domingo, 19 de junio de 2016

Teoría de juegos y conducta estúpida


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En sendos números de la revista Investigación y Ciencia (agosto 2007 y octubre 2006) he encontrado un par de dilemas de teoría de juegos -ya saben del estilo del “dilema del prisionero”-, cuya resolución formal es diferente a lo que harían la mayoría de personas. Se trata de los siguientes:

En el dilema del viajero.

A dos viajeros se les extravían unos jarrones idénticos y reclaman su valor a la compañía de transportes.
Ésta les solicita por separado que pidan una cantidad entre 2€ y 100 €. Para evitar abusos plantean que si las cifras no son iguales, se asumirá que el valor real es el más bajo, que es el que se pagará. Además se añade una penalización de 2€ al que da el precio mayor y una bonificación igual al que ha dado el precio menor.

Ejemplo: Si A propone 98€ y B 99€, A recibirá 100€ y B 96€

¿Cuál es la estrategia racional?

El juego del ultimátum

Se propone a dos jugadores que se repartan una cantidad de dinero. Uno de ellos hace una propuesta de reparto y el otro ha de rechazarla o aceptarla. Si la acepta, así se reparte. Si se rechaza ninguno de los dos recibirá nada.

Otra vez, ¿Cuál es la estrategia racional?

Si recuerdan el dilema del prisionero, donde a dos acusados aislados se les decía que: si los dos no declaraban saldrían libres ambos, si los dos se acusaban los dos cumplirían un año de prisión y si uno acusaba al otro pero el otro no declaraba el acusado cumpliría diez años de prisión y su compañero saldría libre. En este muy juego conocido, la solución estable, lo que maximiza nuestros beneficios netos es denunciar siempre. O saldremos libres o cumpliremos un año. Frente a salir libres o cumplir diez años de prisión.

Bien, supongo que en dilema del viajero mucha gente diría 100€, mientras que la solución estable es decir 2€.

El juego del ultimátum, el que propone, se quedaría con la mayor parte y el otro aceptaría lo poco que le dieran.

Evidentemente estos no son los resultados cuando se realiza el experimento. Tampoco les voy a detallar el porqué esos resultados son estables ya que como lectores de este blog, les presumo profundos pensadores -a la par que personas atractivas y dinámicas-.

La cuestión es que en la decisión se ponen en juego otros factores más allá de la pura estrategia. El artículo del juego del ultimátum señala a un estudio realizado por investigadores de la universidad de Princenton, en que a los sujetos se les hacia una resonancia magnética cerebral mientras jugaban. La cuestión es que al rechazar la oferta del que proponía, siempre se acompañaba con la activación de la región de la ínsula anterior, región relacionada con las emociones negativas como el asco. Mientras que si la oferta era muy desigual, se activaba el cortex cingulado anterior, área relacionado con los conflictos cognitivos.
Esto contrasta por ejemplo con el análisis de jugadas en el ajedrez que activa varias zonas, visuales, asociativas y típicamente analíticas como el cortex frontal derecho y el cortex orbitofrontal izquierdo [1] .

Así que hasta la neuroimagen viene a tirar por tierra eso del animal racional.


Ahora cambiamos de tercio un poco y les voy a recordar algunos tipos de conducta social desde la vertiente colaborativa:

  • Egoísta: A se beneficia en detrimento de B
  • Altruista: A se perjudica en favor de B
  • Colaboradora: A obtiene algo de ayudar a B
  • Estúpida: A se perjudica al perjudicar a B.

Quiero destacar que en el caso del ultimátum, me parece ver un ejemplo de conducta estúpida que no parece serlo tanto después de todo. En un master de primatología un profesor decía (no sé si en broma o en serio) que ese último tipo de conducta era característico de la raza humana.

¿Qué tiene de razonable perjudicarse uno para perjudicar a otro en un planteamiento de teoría de juegos?
Supongo que hay que entender que aparece un metajuego que es el de dañar o causarle pérdidas al otro. Es decir, el aséptico juego lógico se convierte en algo personal, en una lucha animal.

Del mismo modo, el pretender que el otro se alíe con nosotros para maximizar el beneficio -por ejemplo pidiendo ambos 100€ en el dilema del viajero- nos hace saltar a un metajuego colaborativo. Para aclarar el punto de ese dilema. Imagínese que es usted un general americano que se enfrente a uno soviético en la guerra fría. Si pierde su nación le acusará de traición. ¿Cuanto diría que vale el jarrón? ¿100€? El otro podría decir 99€ y se quedaría con 99+2€ y usted con 99-2€ y con el oprobio de la derrota. ¿Qué opción le garantiza no perder? Pues lo dicho, 2€. ¡Vaya, al final me han obligado a explicarlo!

Así que por un lado tenemos teoría de juegos, con sus soluciones matemáticas y por otro conducta social. Para los juegos propuestos parece que la gente elige o colaborar o comportarse estúpidamente.

Supongo que exceptuando que nos encontremos en una guerra tecnificada, a vida o muerte, tendemos a actuar políticamente, tal como le gustaría decir a Frans de Waal, autor de La política de los chimpancés, escrito tras sus largas observaciones en el zoológico de Arnhem.

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[1] Nichelli, P., Et al. (1994). Brain activity in chess playing. Nature. 369. P 191.

2 comentarios:

Amaya dijo...

Hay una diferencia entre el dilema que usted plantea y el que se muestra en el original de los jarrones, y es que en el suyo la pérdida va más allá de la penalización de 2 euros, sino además de algo más "moral" (emocional) como es el orgullo o la valía. En ese contexto sí tiene sentido apostar por la solución "estable", pues el objetivo en ese caso no es recuperar el dinero sino prevenir la pérdida de estatus.

Toni dijo...

A parte de su natural atractivo, es usted muy perspicaz.