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En
sendos números de la revista Investigación y Ciencia (agosto 2007 y
octubre 2006) he encontrado un par de dilemas de teoría de juegos
-ya saben del estilo del “dilema del prisionero”-, cuya
resolución formal es diferente a lo que harían la mayoría de
personas. Se trata de los siguientes:
En
el dilema del viajero.
A
dos viajeros se les extravían unos jarrones idénticos y reclaman su
valor a la compañía de transportes.
Ésta
les solicita por separado que pidan una cantidad entre 2€ y 100 €.
Para evitar abusos plantean que si las cifras no son iguales, se
asumirá que el valor real es el más bajo, que es el que se pagará.
Además se añade una penalización de 2€ al que da el precio mayor
y una bonificación igual al que ha dado el precio menor.
Ejemplo:
Si A propone 98€ y B 99€, A recibirá 100€ y B 96€
¿Cuál
es la estrategia racional?
El
juego del ultimátum
Se
propone a dos jugadores que se repartan una cantidad de dinero. Uno
de ellos hace una propuesta de reparto y el otro ha de rechazarla o
aceptarla. Si la acepta, así se reparte. Si se rechaza ninguno de
los dos recibirá nada.
Otra
vez, ¿Cuál es la estrategia racional?
Si
recuerdan el dilema del prisionero, donde a dos acusados aislados se
les decía que: si los dos no declaraban saldrían libres ambos, si
los dos se acusaban los dos cumplirían un año de prisión y si uno
acusaba al otro pero el otro no declaraba el acusado cumpliría diez
años de prisión y su compañero saldría libre. En este muy juego
conocido, la solución estable, lo que maximiza nuestros beneficios
netos es denunciar siempre. O saldremos libres o cumpliremos un año.
Frente a salir libres o cumplir diez años de prisión.
Bien,
supongo que en dilema del viajero mucha gente diría 100€, mientras
que la solución estable es decir 2€.
El
juego del ultimátum, el que propone, se quedaría con la mayor parte
y el otro aceptaría lo poco que le dieran.
Evidentemente
estos no son los resultados cuando se realiza el experimento. Tampoco
les voy a detallar el porqué esos resultados son estables ya que
como lectores de este blog, les presumo profundos pensadores -a la
par que personas atractivas y dinámicas-.
La
cuestión es que en la decisión se ponen en juego otros factores más
allá de la pura estrategia. El artículo del juego del ultimátum
señala a un estudio realizado por investigadores de la universidad
de Princenton, en que a los sujetos se les hacia una resonancia
magnética cerebral mientras jugaban. La cuestión es que al rechazar
la oferta del que proponía, siempre se acompañaba con la activación
de la región de la ínsula anterior, región relacionada con las
emociones negativas como el asco. Mientras que si la oferta era muy
desigual, se activaba el cortex cingulado anterior, área relacionado
con los conflictos cognitivos.
Esto
contrasta por ejemplo con el análisis de jugadas en el ajedrez que
activa varias zonas, visuales, asociativas y típicamente analíticas
como el cortex frontal derecho y el cortex orbitofrontal izquierdo
[1] .
Así
que hasta la neuroimagen viene a tirar por tierra eso del animal
racional.
Ahora
cambiamos de tercio un poco y les voy a recordar algunos tipos de
conducta social desde la vertiente colaborativa:
- Egoísta: A se beneficia en detrimento de B
- Altruista: A se perjudica en favor de B
- Colaboradora: A obtiene algo de ayudar a B
- Estúpida: A se perjudica al perjudicar a B.
Quiero
destacar que en el caso del ultimátum, me parece ver un ejemplo de
conducta estúpida que no parece serlo tanto después de todo. En un
master de primatología un profesor decía (no sé si en broma o en
serio) que ese último tipo de conducta era característico de la
raza humana.
¿Qué
tiene de razonable perjudicarse uno para perjudicar a otro en un
planteamiento de teoría de juegos?
Supongo
que hay que entender que aparece un metajuego que es el de dañar o
causarle pérdidas al otro. Es decir, el aséptico juego lógico se
convierte en algo personal, en una lucha animal.
Del
mismo modo, el pretender que el otro se alíe con nosotros para
maximizar el beneficio -por ejemplo pidiendo ambos 100€ en el
dilema del viajero- nos hace saltar a un metajuego colaborativo. Para
aclarar el punto de ese dilema. Imagínese que es usted un general
americano que se enfrente a uno soviético en la guerra fría. Si
pierde su nación le acusará de traición. ¿Cuanto diría que vale
el jarrón? ¿100€? El otro podría decir 99€ y se quedaría con
99+2€ y usted con 99-2€ y con el oprobio de la derrota. ¿Qué
opción le garantiza no perder? Pues lo dicho, 2€. ¡Vaya, al final
me han obligado a explicarlo!
Así
que por un lado tenemos teoría de juegos, con sus soluciones
matemáticas y por otro conducta social. Para los juegos propuestos
parece que la gente elige o colaborar o comportarse estúpidamente.
Supongo que exceptuando que nos encontremos en una
guerra tecnificada, a vida o muerte, tendemos a actuar políticamente,
tal como le gustaría decir a Frans de Waal, autor de La política de
los chimpancés,
escrito tras sus largas observaciones en el zoológico
de Arnhem.
----
[1] Nichelli, P., Et al. (1994). Brain activity in chess playing.
Nature. 369. P 191.
2 comentarios:
Hay una diferencia entre el dilema que usted plantea y el que se muestra en el original de los jarrones, y es que en el suyo la pérdida va más allá de la penalización de 2 euros, sino además de algo más "moral" (emocional) como es el orgullo o la valía. En ese contexto sí tiene sentido apostar por la solución "estable", pues el objetivo en ese caso no es recuperar el dinero sino prevenir la pérdida de estatus.
A parte de su natural atractivo, es usted muy perspicaz.
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