En algunas disciplinas prácticas es indispensable que los
alumnos tomen contacto con el mundo profesional para que su formación se
complete. Mientras más técnica y abstracta menos aplicación se espera de ella,
tanto es así que existen ramas de las ciencias físicas o de las matemáticas que
se las considera puras y en las que nadie espera que se obtenga algo
directamente práctico.
En contraste, como ejemplo de disciplina práctica, me
resulta impensable que una enfermera termine su formación si tener un contacto
directo con los pacientes. La enfermería tiene un gran componente “humano”,
incluso teatral cuando ha de actuar dentro de un sistema de salud. En definitiva y en general la enfermera
cuida al que no puede hacerlo y aunque no es una disciplina sesuda que intente
desenmarañar la realidad su aprendizaje y práctica son una tareas complejas que
no es posible asimilar de forma puramente intelectiva.
Eso no quiere decir que la enfermería deba sentirse
acomplejada, de hecho si la enfermería redescubriera algunas impresionantes
joyas intelectuales de su pasado y tuviera el valor de aplicar rigor a las
preguntas que se hace y no esconderse tras un patético misticismo no tendría
parangón.
Aceptando lo dicho, el profesional que guía al alumno en su
contacto con el mundo profesional esta pobremente definido con el termino
“tutor”, que viene a ser la “Persona encargada de
orientar a los alumnos de un curso o asignatura.” [1], la Universidad Nacional
Autónoma de México indica a sus tutores que este tiene que favorecer el
desarrollo de habilidades y actitudes para el estudio y no solamente la
adquisición de conocimientos [2]. El
termino tutor tiene un enfoque eminentemente académico.
En contraste, el término “mentor” que
viene a ser, “consejero o guía” [3], refleja un aprendizaje más práctico dentro
de una relación formal. Un caso clásico de mentoría es la relación maestro
aprendiz en los gremios medievales por la que el neófito aprendía los
entresijos del oficio.
Se puede objetar que esta idea diera a
entender que la enfermería es más un oficio que una profesión. Y esa réplica
miope tendría su parte de razón puesto que parte de oficio tiene la disciplina.
Pero, tal como un matemático no se avergonzará de reconocer que ha tenido que
aprender la parte de oficio que tiene su profesión, la enfermera no ha de
despreciar la parte de saber hacer por el mismo hacer de su profesión. Más
mecánica e irreflexiva, sí, pero también más pulida por la propia ecología de
las conductas (las conductas también están sujetas, por así decirlo a una
especie de “selección natural”).
Así, la persona que recibe la mentoría [3],
entendida como una relación de desarrollo personal en que una persona más
experimentada o con mayor conocimiento ayuda a otra menos experimentada o con
menor conocimiento a través de consejos prácticos o por modelado, viene a ser
el aprendiz o discípulo.
Para concluir, se puede decir que el
tutor, instruye al alumno en su estudio de las bases de la disciplina mientras que
el mentor guía al aprendiz para que sus primeros trabajos lleguen a buen puerto. Visto lo visto, entonces, ¿no sería más apropiado mentor de prácticas que tutor de practicas?
[1] Diccionario de la RAE
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/Mentor%C3%ADa
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