Sin tu sentido Euclides no pasa del punto. Sin tu centro la hélice es una cruz gamada. Sin ti, un planeta es un caótico meteoro.
Y las puertas se tornan tablas desquiciadas, y las banderas jirones bamboleados, y el más precioso vino una simple corrupción de levaduras.
Pero contigo, los gorilas al oeste del río Kivú ya no se suicidan en manadas numerosísimas y se van alegres a ver exposiciones en monasterios.
Contigo el delirio pierde su privacidad y se diluye en un mundo diádico donde los significantes abrazan a su significado, un lugar donde hacer un café; donde tomar una siesta.
Con tu presencia sonora y luminosa duermes a mi insomnio, con tu mirada me ordenas el universo, con tus palabras me muestras el mundo -como jugando al frontón-: lanzándomelas y devolviéndomelas, rebotadas en las cosas.
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