Tras la representación iconográfica de un primate, se levanta en un rincón de una plaza dedicada a Yehudah Ha-Levi, una antigua casa reformada en la que podemos encontrar el Bar Gingoro.
Sorprende su decoración, iluminación y sus espacios casi orgánicos. Puede gustar o no, pero difícilmente dejará indiferente. El Gingoro tiene el estilo suficiente como para hacer que un sofá y una mesilla que podrían encontrarse al lado de un container adquieran un brillo carismático.
Una estrecha barra, un sótano con paredes empedradas, una sala de aspecto encalado y otra con un entrañable mobiliario y parquet quemado por centenares de colillas conforman las entrañas de esa rara avis. Solo tiene un defecto, no tienen "Bock Damm".
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