Algunas obras de ciencia ficción son un reflejo del espíritu de su tiempo: la sensación de deshumanización de las modernas sociedades, el control estatal o la industrialización de la vida misma. Estas ansiedades pueden ser proyectadas hacía el futuro en forma de diatopía. Los ejemplos más conocidos son los de “Un mundo feliz” (1932), “1984” (1949) y “Fahrenheit 451” (1951).
Podemos inscribirla la novela “El delta del mundo” de A. Cerco en esta corriente. Sin embargo, el autor nos muestra las preocupaciones acordes con su época, proporcionándonos una progresión de este estilo arrancando, quizás, una nueva forma de anticipar el futuro.
El libro empieza con el protagonista yendo a hablar con el padrino de su próximo enlace, cuando de repente es casi arrebatado a una ciudad-estado en la que llegará a entrever el sistema que sustenta a su sociedad. Desde su punto de vista parcial, igual que el de sus contemporáneos, atribuye la situación a la planificada estrategia de unos siniestros y avanzados invasores, sin embargo, poco a poco se percata de otra realidad que le resultará incluso más desagradable.
En ese mundo de confusión, algunos mercaderes enfrascados en su tarea y ciegos a todo, esparcen inventadas noticias para su beneficio (o por simple e incluso benevolente ignorancia) y trafican con grupos de individuos, con los que hacen subir y bajar el valor de cualquier cosa. Pero nadie tiene de forma fija y en todos los planos de su existencia un papel u otro. Es la miopía de las gentes lo que les permite ver un mundo ordenado.
Como le dice al protagonista un personaje marginal:
“El mundo es una confusa viña de la que la mente humana, pisando las sensaciones en el lagar de sus sesgos, extrae un sabroso delirio que beben en comunión los cuerdos.”
El temor al control y a la represión que era la angustia que planeaba en las fantasías de aquellos escritores del S.XX después de que el mundo sufriera dos guerras mundiales, no es el fantasma que merodea en esta obra, como queda patente en alguno de sus fragmentos:
“Una inquietante sensación se apoderó de James, “-si huyes perderás el derecho a tu asignación-“, no podría creer que el hombre flaco le hubiera dicho aquello. Por un momento pensó en luchar burocráticamente, aprender como funcionaban sus normas e intentar plantarles cara desde sus propias leyes. “
“Y huye de aquella ciudad sin encontrar ninguna resistencia, a medida que sale encuentra a gentes libres que parecen preparados para transportar a los desgraciados habitantes de vuelta a la humanidad. No logra comprender que sucede, le da miedo y corre, corre mucho, corre hasta llegar a la pequeña casa con el techo de paja en donde vivía, en la que a través de su seguro burladero catódico, había visto infinidad de veces a aquellos seres espectrales deambular tristemente por las calles.”
En la novela se mezclan dos hilos; la vida íntima del protagonista y como se enmarca esta en el mosaico de las demás vidas; en la sociedad. La historia va de lo sencillo a lo incomprensible. El dulce tarareo de la canción de los amantes que planean una vida juntos contrasta con la cacofónica sinfonía del mundo.
Aunque no queremos dejarnos arrastrar a hacer exégesis de la obra, aquí quizás el autor nos señala bajo ese prisma una alegoría de la relación del personaje con su sociedad y por extensión el drama de la época.
“De repente dejó de silbar, e indignado apagó el retransmisor en el que empezaba a sonar el Poema sinfónico para 100 metrónomos de Ligeti.”
Una vida palpita, pero el latido de cien vidas desconectadas puede aislarla, enmudeciendo su significado, tal como el escándalo de 100 metrónomos hacen absurdo a cada uno de ellos.
A lo largo de la novela no se muestran ni se dan a entender roturas en la línea temporal de la historia humana que nos lleva a esa época, el hilo se va hilvanando el mismo, emergiendo un orden sin el concurso de mitos.
Amargamente el protagonista acepta que su sociedad no la ha producido nadie, no hay detrás ningún gran hermano, que prefería aceptarlo por cruel que fuera antes que dejar ese trono vacío. Y hasta los héroes caen, mostrando su banalidad para representar el mundo humano en sus infinitas perspectivas.
La obra rompe con la tradición homérica de antropoformizar el cosmos y hacerlo razonable, desterrando a dioses y héroes. Reniega del incombustible mito que considera la historia como la obra de un puñado de sujetos.
Incluso se priva al hombre de marcar el tiempo, el Apocalipsis se produce solo en el interior de los personajes al tomar conciencia de las situaciones, mientras que el mundo permanece en su perpetuo cambio.
En “El delta del mundo”, se prescinde de los elementos míticos que se encuentran en la mayoría de relatos sobre la humanidad. Desaparecen los héroes, los dioses que mueven los hilos e incluso la significancia de la humanidad que ha de contentarse con ser una parte más del todo. No es especial, no tiene leyes particulares ni siquiera tiene una historia a parte con un amanecer luminoso y un ocaso wagneriano.
2 comentarios:
Una sociedad que se sustenta sobre pilares y normas inexistentes o falsas es absolutamente digna de ser relatada y descrita en una novela-ficción como esta.
La reseña es maravillosa. El libro debe de ser fantástico.
La creatividad de este autor, el tal A. Cerco, me hace sentir en esa dimensión inferior a un simple simio catarrino...
Una magnífica (y muy aguda) homínida dentro de la superfamilia catarrina es usted. Jamas grupo zoológico se vio más honrado. Son las personas como usted las que hacen que no reniegue del genero homo.
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