Hay objetos olvidados para los que su mismo olvido viene a ser un pseudo-recuerdo. Pongamos por ejemplo el Real Juego de Ur. Se trata del juego de tablero más antiguo que se conoce, sin embargo no se conservan sus reglas. Podemos ver al conocimiento del olvido de esas reglas como un sarcófago vacío, que mantiene la existencia de estas en la forma del hueco que ocuparon. Realmente, ese recuerdo es el de las lápidas de los cementerios, ¿Quién fue? ¿cómo era? ¿qué nos contestaría? Solo encontramos una nota que recoge el cascarón que es un nombre.
Sin embargo, hay otras cosas, quizás personas, quizás ciudades enteras, que sufren una clase diferente de olvido. Para ellas incluso la memoria de su olvido se ha perdido.
Entes expulsados del reino de lo real, no son fantasía, ni son inexistentes pero a la práctica no han existido. ¿A qué exilio van esas ciudades, esas gentes que caen en esa clase de olvido?
Quizás ya los faraones se percataron del abismo de ese olvido profundo y quisieron asegurar una triste sesudo-eternidad a la etiqueta que vincularon a su ser.
Sin embargo, hay otras cosas, quizás personas, quizás ciudades enteras, que sufren una clase diferente de olvido. Para ellas incluso la memoria de su olvido se ha perdido.
Entes expulsados del reino de lo real, no son fantasía, ni son inexistentes pero a la práctica no han existido. ¿A qué exilio van esas ciudades, esas gentes que caen en esa clase de olvido?
Quizás ya los faraones se percataron del abismo de ese olvido profundo y quisieron asegurar una triste sesudo-eternidad a la etiqueta que vincularon a su ser.
1 comentario:
Para el primer caso, una palabra bonita: cenotafio. La tumba vacía que no contiene al cadáver que la habitaba.
"Tenía que decirte algo pero no recuerdo qué" es otro ejemplo de olvido intermedio.
Me encanta el concepto de ese olvido profundo.
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