lunes, 11 de agosto de 2014

Reflexiones automovilísticas

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Al final, la batería de la sierra circular expiró su último aliento. Así que ahí iba por la autovía a la gran superficie de bricolaje  a adquirir otra sierra, baratita a poder ser, y esta vez, con cable.

En el coche, después de escuchar esa canción del no puedo más... con tu física y tu química, también tu anatomía... bailando, bailando. Sí, del Enrique Iglesias y otro con voz aguardentosa, salté a una emisora y caí en una de clásica. Y ahí me quedé, limpiándome de la vergüenza que me empezara a gustar la canción del verano.

Creo que Leibniz decía que escuchar música era calcular sin darse cuenta. Y mi pequeño viaje empezó a cobrar tintes poéticos, casi me sentía en un corto de esos modernos, intelectuales, culturetas, hipsters o como cojones se diga hoy en día. Los guardarrailes pasando, la geometría de las señales, los intermitentes fugazmente al son de algún sonido de la melodía. Y me vino a la mente que un corto así, bien podría empezar con la palabras de B. Russell aquellas de que la belleza de las matemáticas es fría como las estatuas y las tumbas y tal.

Entonces tuve una suerte de epifanía, más bien una iluminación ( es decir, que era algo propio, no me lo dijo ningún Santo ni Virgen ni nada, era más bien algo que se me había ocurrido, así en plan inspiración, ergo; me iluminé). Todo ese orden matemático que se observa en la carretera, las pulidas curvas, los espaciados mojones, las geométricas estructuras metálicas de alta tensión, las euclidianas señales de tráfico y un sinfín de cosas que ya se han perdido en mi memoria, eran formas matemáticas. El ingeniero, el arquitecto, o quien fuere, al final construye un mundo de formas y ordenes. Un mundo matemático creado por el hombre, como una especie de PlaySkool gigantesco. Ya saben; esos juguetes educativos para preescolar.

Y mire a las nubes y a los rastrojos en las cunetas de la autovía. Ahí había otras matemáticas. Fractales, caos y cosas desconocidas. Ya ves, pensé, las matemáticas del hombre y las del Cosmos. Y me recree en esa reflexión por un tiempo. Justo el que me quedaba para llegar a mi destino.

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