miércoles, 24 de diciembre de 2008

Las medidas de Venus.

Es desgraciadamente conocido el impacto que tiene en nuestra sociedad la imagen de delgadez insana que propugnan las campañas comerciales. Conocido fue el caso de la pasarela Cibeles en la que las autoridades tuvieron que estipular un índice de masa corporal mínimo para las modelos. Tristemente esta influencia puede cristalizar favoreciendo la aparición trastornos alimentarios que comprometen la vida y la salud de quien los padece. Pero, sin ir al extremo de la enfermedad, estos cánones acomplejan gratuitamente a muchas mujeres, y especialmente, a adolescente en proceso de formación de su autoimagen, al hacer bandera de ideales de belleza y salud estúpidamente irreales.

Esta tendencia se ha medido en un estudio que compara el cociente cadera-cintura de las señoritas del delegable central de la revista “Playboy”, este ratio ha ido aumentando progresivamente desde los años 50 a los 80 en donde ha quedado cercano al 0’68. [2], (el artículo manifiesta que en las dos últimas dos décadas las modelos están por debajo de su peso ideal).

Para que se hagan una idea (no, no voy a poner ilustraciones!) el famoso “90-60-90” correspondería a un cociente cadera-cintura de o’66. de esta manera:

0’6 = 60 cintura, 100 cadera
0’55 = 60 cintura 110 cadera.

Fíjense en las anteriores cifras porque les servirán para comprender los datos que seguirán:

Existen estudios, que pese a no explorar la autoimagen femenina, si que señalan hacia alguna característica de belleza femenina “natural”, más allá de la moda, ofreciendo una justificación evolutiva coherente. Curiosamente los cánones estéticos femeninos que acompañan a la humanidad desde la antigüedad no son precisamente los de la "Gloria Becam" (pregunten a Rubens, Goya o a los que esculpían las Venus paleolíticas).

Diferentes estudio muestran una preferencia masculina por mujeres de caderas anchas (cociente cadera-cintura inferior a 0’7), En un estudio se compararon 2 poblaciones masculinas, una africana y otra estadounidense, mostrándoles una serie de perfiles femeninos desde un ratio de cociente cadera-cintura de 0’75 a 0’55 [3], y frente a las diferentes figuras femeninas se les preguntó, que mujer les parecía más saludable, cual les parecía más atractiva y cual elegirían por esposa.

En las graficas de respuestas, la población de varones americanos en las tres preguntas respondieron en forma de curva de campana con el vértice en 0’65. En cambio los varones africanos (Hazda), mostraron distribuciones de respuestas diferentes, tendiendo a elegir en las tres preguntas de forma desplazada hacia los índices que indican caderas más anchas (0’55 –0’65). Las opiniones eran también más variadas, no apareciendo la distribución en curva de campana de la muestra de hombres occidentales.

Para ejemplificar los comentarios anteriores, he vuelto a confeccionar una gráfica que aparece en el estudio que compara la población de varones americanos y la de varones Hazda al preguntarles sobre que silueta femenina les parecía más atractiva.

Esas diferencias hacen pensar en que las preferencia del hombre occidental pueden estar moduladas por la imagen que muestran los medios de comunicación. O seguramente porque la opulencia de nuestra sociedad occidental hace menos vital para la supervivencia de la especie una acumulación de grasa importante en la figura femenina. Sea como fuere, queda manifiesto la percepción de atractibilidad de las figuras femeninas redondeadas en la zona gluteofemoral.

Y llegados aquí podemos preguntarnos: ¿Existe una explicación evolutiva para esta particular sensibilidad de nuestra especie hacia la redondeada figura femenina?

Pues un artículo de William Lassek y Steven gaulin, publicado en 2008 en la revista “Evolución Humana y conducta[1], ofrece una explicación biológica muy interesante para esta preferencia de los hombres por las mujeres de caderas gruesas.

Parece ser que un bajo cociente cadera-cintura (mucha grasa acumulada en la zona gluteofemoral), no es un predictor ni de fertilidad y de mayor supervivencia. Así, la tesis que defiende es que en la especie human en que el cerebro debe crecer de forma acelerada tanto en la gestación como en el primer año de vida, necesita de un especial aporte de ácidos grasos (teniendo en cuenta la composición bioquímica del cerebro). Y esa grasa está en las caderas femeninas.

La mayor cantidad de grasa que acumulan las mujeres en infancia y pubertad es gluteofemoral (unos 10-20 Kg.,) esa grasa esta metabólicamente protegida hasta el periodo de embarazo y lactancia, momento en que es movilizada de forma selectiva.

Algunos estudios en poblaciones pobres han descrito una “reducción maternal” progresiva de los depósitos de grasa gluteofemoral en las mujeres después de la gestación y lactancia van perdiendo que habían sido depositados en periodos juveniles de su vida.

El estudio afina más y señala que la grasa gluteofemoral es distinta que la abdominal, incluso tiene efectos diferentes sobre el desarrollo neurológico de los hijos. La grasa de estos depósitos es rica en ácidos poliinsaturados de cadena larga, especialmente omega-3 y ácido docosahexaenoico estos son críticos para el desarrollo cerebral de fetos y bebes, los ácidos poliinsaturados de cadena larga conforman aproximadamente el 20% del peso en seco del cerebro humano.

Como contraste, la grasa abdominal reduce los índices de una enzima que necesaria para la síntesis neurobiológica de los ácidos grasos antes comentados. Estudios (que marcan los ácidos grasos con radioisótopos) señalan que entre el 60-80% de esos ácidos grasos en leche materna proceden de los depósitos grasa de la madre.

Aquí decir que un último estudio (se publica en 2009, aunque ya está disponible la versión electrónica) sobre circunferencia de caderas, prominencia del abdomen y atractibilidad, en el que se utilizan figuras femeninas en 3 dimensiones (metodología muy parecida al estudio comentado al principio del post [3]), señala la distancia entre el ombligo y la espalda, como el mayor estimulo negativo de atractibilidad (señala la grasa abdominal como no atractiva en la mujer) [4]. Dato sobre lo que parece atractivo en una mujar coherente con la información anterior.

Vistos estos datos y pensando en el medio en que se formo nuestra conducta (medio ancestral), la acumulación de grasa gluteofemoral era vital para la correcta formación cerebral de neonatos y bebes con un rapidísimo crecimiento cerebral que demandaban grades cantidades de ácidos grasos específicos. Este dato puede contestar la pregunta que hicimos con anterioridad sobre la bondad de las curvas femeninas (pese a la pasarela Cibeles).

En resumidas cuentas, señoras y señoritas, no se preocupen demasiado estas navidades por acumular un poco de grasa en las caderas, ya ven que la ciencia las respalda :-).

¡Felices fiestas!

Notas

[1] Lassek, W., Gaulin, S. (2008). Waist-hip ratio and cognitive ability: is gluteofemoral fat a privileged store of neurodevelopmental resources? Evolution and Human Behavior. 29, 26–34.

[2] Katzmazyk, P., Davis, C. (2001). Thinness and body shape of playboy centerfolds from 1978 to 1998. International Journal of obesity. 25, 590-592.

[3] Marlowe, F., Apicella, C., Reed, D. (2005). Men’s preferences for women’s profile waist-to-hip ratio in two societies. Evolution and Human Behavior. 26, 458–468.

[4] Rilling, J., et all. (2009). Abdominal depth and waist circunference as influencial determinants of human females attractiveness. Evolution and Human Behavior. 30, 21-31.

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