sábado, 27 de diciembre de 2008

Pues: no hace gracia.


"Entonces fué cumplido lo que se había dicho por el profeta Jeremías, que dijo:
Voz fué oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron. Mas muerto Herodes, he aquí el ángel del Señor aparece en sueños á José en Egipto."

Reina valera. Mateo 2:17-19

Sumidos en la vorágine navideña, hoy es el día de los santos inocentes, día que la mitología cristiana señala como una jornada de mantaza de infantes y también es el homónimo de una novela de Miguel Delibes, en donde una humilde familia extremeña sufre la atroz crueldad de la vida.

Hace unos meses en un mercadillo encontré una novela de este autor vallisoletano. Le pregunte al tendero el precio de dos libros, uno era el “Libro Rojo” de Mao y el otro “Las guerras de nuestros antepasados” de Delibes. Ya que hoy estoy mal hablado (les pido que por un dic al año sean ustedes condescendientes conmigo y me permitan expresarme así) diré que el libro del dictador de Mao no me importaba una puta mierda, pero como me debió ver cara de gilipollas, el capullo del vendedor me dijo que el libro granate valía 3 euros y el de Delibes 1 euro. Bueno, no voy a extenderme con calificativos escatológicos sobre lo que podía hacer el gentil feriante con el Libro Rojo.

En fin, que adquirí muy amablemente el libro de Delibes, que solo he hojeado, el primero escrito después de la muerte de su esposa. El hombre debía quererla... La novela es una especia de conversación entre un paciente y su psiquiatra. Tres años de sequía para una triste novela del autor de los Santos Inocentes.

Nada, que hoy es el 28 de diciembre día de los santos inocentes, cada día tengo menos sentido del humor. Discúlpenme pero observar a la gente en esta época me arrastra hacia la misantropía. Podría despotricar muchísimo más pero me contengo por respeto a usted, amable lector.

En fin, pues eso, día de bromas , día de los santos inocentes, los infelices se retuercen en su sufrimiento y nosotros los estúpidos en nuestra ceguera nos alegramos y vivos expresamente ignorantes de la atroz suerte que nos aguarda.

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