domingo, 21 de diciembre de 2008

Repercusiones de leer novelas de Stanislaw Lem.

Después de leer algunas novelas de este imaginativo, a la vez que metódico, autor de ciencia ficción [0] (sus personajes son auténticos científicos), me he propuesto un ejercicio de humilde relativismo, intentando socavar nuestro tan típico antropocentrismo, considerando nuestra conciencia como una adaptación evolutiva más.

Así, del mismo modo que ante los mismos desafíos físicos, se seleccionan soluciones anatómicas equivalentes (alas de aves, alas de murciélagos), es razonable pensar que los seres vivos lleguen a las mismas soluciones psicológicas tanto de simulación (sujetivas) como comportamentales (observables u objetivas).

En un libro de divulgación sobre mirmecología aparecen unas ilustraciones en donde hormigas muestran comportamientos de sumisión en luchas ritualizadas [1] de forma equivalente a como lo hacen muchas especies de mamíferos sociales. Esto refuerza la idea anterior, que existen soluciones conductuales seleccionadas por su eficiencia. Estas soluciones pueden estar en el soporte que se quiera, en una red neuronal en el ganglio de un insecto o un cluster neuronal programable de un mamífero.

Como decíamos, si ciertas soluciones conductuales son generales en el reino animal, ¿Por que motivo no han de serlo también ciertas capacidades autoreflexivas?

Por ejemplo; tal como los murciélagos disfrutan de su fantástico sonar para entender su mundo, nosotros disponemos de un sistema de simulación que llamamos conciencia (para entender nuestro mundo). Seguro que de la misma forma en que nosotros somos capaces de, por el sonido, saber si una habitación a oscuras está vacía o llena de muebles, los mismísimos murciélagos deben tener de igual manera un atisbo de autoconciencia.

Debido a nuestra ascendencia evolutiva, resulta una lógica conclusión el pensar que nuestra conciencia apareció como un simulador de interacciones sociales.

Y dada nuestra particular forma de vida social, esta conciencia también nos es útil como transductora de pulsiones y emociones a símbolos. Permitiéndonos elaborar este magma reptiliano que de otro modo no encontrarían ni salida ni satisfacción en un contexto social, llevando al sujeto a entrar en conflicto con el mismo y con el grupo. Los símbolos nos permiten gestionar nuestras pulsiones tanto hacia nosotros mismos como hacia otros.

Por otro lado, si nos tomamos la molestia de desligar nuestra conciencia de nuestra capacidad de fabricación de objetos y mecanismos, sin intentar justificar la singularidad de nuestra conciencia con estas capacidades. Tal vez nos diéramos cuenta de que entonces somos tan singulares como cualquier otra especie.

Tanto los insectos sociales como las aves cantoras, estimulan conocimientos en las generaciones siguientes. En dos artículos sobre aprendizaje social (de los que señalo unas líneas), se muestra que existen unos patrones trasmitidos filogenéticamente que necesitan de estimulo social para desarrollarse:

Especie tras especie de pájaros cantores han mostrando un desarrollo anormal de sus canciones al ser privados en su juventud de la oportunidad de aprender de otros ejemplares adultos. La ubicuidad de las tradiciones geográficas cantoras, frecuentemente tan restringidas y tan bien definidas que no podemos vacilar en identificarlas como dialectos locales, señalando el papel generalizado del aprendizaje local en el desarrollo vocal aviar”.[2]

Aunque la mayoría de estudios sobre el aprendizaje social se ha llevado a cabo en vertebrados, en la literatura se han descritos numerosos casos donde aparece que insectos aprenden por observación y por lo tanto disfrutan de formas complejas de aprendizaje social”.[3]

Es posible que no nos lleguemos a comunicar realmente, tal vez ese simulador social, ese trasductor de pulsiones a símbolos que llamamos conciencia, solo utiliza símbolos que estimulan de forma refleja patrones que ya existen en el otro.

Por favor, pongan la radio, los Cuarenta Principales y escuche 4 o 5 canciones... ¿No trasmiten todas la misma información? ¿No es en el fondo la historia de la humanidad una inmensa redundancia?

Que más da que trasmitamos trinos, zumbidos de alas membranosas o símbolos. El hecho que dispongamos de un sistema que nos considera dentro de la misma representación que hacemos del mundo, no quiere decir que seamos más sensibles que otros animales.

Por último y aunque ya se que es un tópico compararnos con esos animales... Pero, si perdiéramos nuestra capacidad de fabricar herramientas y establecer sistemas de orden complejos (y sus consecuencias), mientras conservamos esa misteriosa conciencia; ¿En que nos diferenciaríamos realmente de los delfines? (Y no acepto “en el pulgar” como respuesta).

Visto lo visto, especialmente el ejemplo de las aves y las hormigas, me atrevería a ponerle moraleja a este articulillo (rompiendo una lanza por el innatismo):

Se puede instruir y se puede estimular, pero difícilmente puede “enseñarse” algo.


A la meva dolça musa del Mas.


Notas.

[1] - Hölldobler, B., Edwad, O. (1996). Viaje a las hormigas. Una historia de exploración científica. Barcelona: Crítica

[2] - Marter, P. (1997). Three Models of Song Learning: Evidence from Behavior. Journal of Neurobiology, 33 (5), 501.

[3] - Reznikova, Z., Panteleeva, S. (2008). An ants eye view of culture: propagation of new traditions through triggering dormant behavioural patterns. Acta Ethnological, 11, 74.

[0]. Solaris, El invencible, Eden.


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