Las miradas
extraviadas sobre las interminables estanterías multicolores.
El gesto inexpresivo
que delata el ensimismamiento compulsivo por coger los productos.
La simiesca tensión
vigilante ante los gestos bruscos de los otros que delatan, que
marcan como si de una sirena ensordecedora fuera, el objeto
interesante.
Y la nausea no la
provoca el hedor de los muertos si no el darse cuenta, que uno,
también debe caminar con la mirada extraviada, con el gesto
inexpresivo y con la simiesca tensión vigilante, como un cadáver
más.
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