miércoles, 27 de mayo de 2015

Tarjeta de Identificación Universal con sistema IMRCPF

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Superado cierto nivel tecnológico el Carné de Identidad Biométrico Universal (CIBU) empezó a ofrecer una seguridad limitada. Desde la arcaica huella digital, pasando por la codificación del iris, la topografía facial, el ADN, el olor corporal, la frecuencia de la voz o el patrón general de movimiento, todo podría ser simulado. Ciertamente la tarjeta en sí misma era muy segura, la cuestión es que el tipo de falsificación había pasado a ser el pirateo del sujeto mismo. 

La fe que las corporaciones depositaban en el CIBU se vaporizó cuando una flota de cargueros de la Hidroaqua Interplanetary Suppliers arrojó toda su carga de agua al espacio por culpa de lo que llamaron un error humano de identificación del capitán general. Más allá de la versión oficial, según los informes internos, un grupo de activistas que se oponían por principios filosóficos-religiosos a la modificación de los planetas, lograron que un sujeto se hiciera pasar por el capitán burlando a la que se consideraba una versión segura de la tarjeta de identificación, la CIBU-Sindrome, que integraba más de media decena de patrones biométricos. Investigaciones posteriores revelaron que los saboteadores solo habían tenido que invertir unos cuantos teracréditos en el sistema Jk-23s, que despuntaba por su tecnología biomédica, para lograr su objetivo. Irónicamente era solo una fracción de lo que costaba aquel prototipo de tarjeta, que según su diseñador ni “Dios mismo podía copiar”. 

Tras aquel incidente, desde el departamento matemático de la misma corporación Hidroaqua Interplanetary Suppliers surgió una propuesta salomónica. El CIBU daría paso a la Identificación de Mapa de Red Cerebral Profunda Funcional (IMRCPF), aunque se la empezó a conocer más por “la Llave”. En un pequeño chip, se codificaba el patrón mental profundo del sujeto. Los primeros experimentos con un patrón completo del cerebro fueron un fracaso. El mero hecho que el individuo pensara algo o tuviera alguna experiencia hacia que la identificación no coincidiera con su legitimo dueño. Los matemáticos satisfechos por la especificad de la identificación tuvieron largas y amargas disputas con los ingenieros que tenían que implementar el sistema, que parecían no comprender que la identificación funcionaba a la perfección. Finalmente, y tras redactar un grueso tomo en que se exponía detalladamente la falta de rigor de los ingenieros, los matemáticos accedieron a diseñar una versión que utilizaba principalmente las zonas cerebrales más primitivas y que más profundamente definían al individuo. Las pruebas indicaron que “la llave” era capaz de cierta flexibilidad y podía identificar al sujeto correcto incluso con leves variaciones en su experiencia inmediata. 

En teoría, no existía impedimento para que volviera a repetirse la historia de la CIBU-Sindrome con esta nueva tarjeta identificativa. En el sistema Jk-23s, no existía tecnología para copiar esas redes cerebrales en un sujeto, pero quizás en otros sistemas desconocidos para la corporación sí pudiera hacerse. Pese a eso, el Departamento de Matemáticas insistía en que era segura. 

Puesto que en el Departamento de Matemáticas nunca se habían equivocado, la Hidroaqua Interplanetary Suppliers continúo con sus negocios utilizando “la llave”. La aplicación del nuevo sistema exigió una correcta homogeneización de los sistemas neurales de los capitanes. Más del 70% de los capitanes eran humanos, así que se decidió mantener a este grupo. Para evitar acusaciones de especifismo la corporación creo el puesto de Prospector de Operaciones en el Futuro Profundo para los capitanes no humanos relevados. Su función era muy poco especifica. Les dieron una certificación que declarava que se los comisionaba para el puesto por ser uno de los mejores capitanes de la flota y un sustancial aumento de sueldo. Los humanos, dada la perversidad de su naturaleza simiesca, se olían que algo raro pasaba, aunque sin atinar muy bien qué. Perdonarón el aumento de sueldo y los halagos por tener el monopolio en la capitanía de la flota.

Casi una década después de la implantación de la IMRCPF, la directiva decidió felicitar personalmente a los más importantes capitanes de la flota de cargueros. El éxito era rotundo y absoluto. Ni una sola notificación de incidente por suplantación en una década, cuando con los otros sistemas, lo corriente eran un par al año. 

Entre los capitanes pulcramente vestidos de gala que asistieron, destacaban el capitán de la escuadra 4 que era una especie de pecera motorizada donde flotaban secciones de varios núcleos nerviosos de una especie consciente de un remoto planeta oceánico y el capitán de la flota 19; un hermoso androide metalizado. 

Nadie quiso hacer preguntas puesto que la corporación funcionaba a las mil maravillas.

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