domingo, 5 de febrero de 2012

Inspiración

“Por tanto cada cuerpo orgánico de un viviente es una especie de Máquina divina o de Autómata Natural, que sobrepasa infinitamente a todos los Autómatas artificiales. Porque una máquina hecha por el arte del hombre, no es Máquina en cada una de sus partes. Por ejemplo: el diente de una rueda de hierro tiene partes o fragmentos, que no son para nosotros nada artificial y no tienen nada que indique a la máquina en relación al uso al que la rueda está destinada. Pero las Máquinas de la naturaleza, es decir, los cuerpos vivos, son, sin embargo, Máquinas en sus menores partes hasta el infinito.”


Leibniz ya decía esto, aunque murió más de un siglo antes que Schwann y Schleiden postularan que las células eran los elementos básicos de los animales y las plantas.

Para ver las cosas hemos de conocerlas. Podemos convivir con ciertas realidades sin darnos cuenta de ellas. Seguramente usted ha vivido esa sensación; descubre algo y de repente no deja de redescubrirlo y entonces se da cuenta que por largo tiempo aquello fue inexistente para usted. Es como si su universo ganara mayor resolución, aparece un elemento más de entre los infinitos que continuarán en lo no-existente. No es una cuestión que dependa de nuestros sentidos si no de nuestra mente. Pero ¿cómo podemos conocer algo nuevo si nadie nos lo muestra, o si no está preprogramado en nuestro ser? Quizás la capacidad de imaginar, la fantasía humana, incluso los sueños, al final sirvan para algo.

Para concluir permítanme un aforismo:

El potencial de visión de un hombre depende de su capacidad de imaginar.

2 comentarios:

Amaya dijo...

Simplemente: magnífico.

Toni dijo...

¡Gracias!