domingo, 21 de agosto de 2011

La percepción y la realidad incognoscible.



Quería utilizar esta imagen, de la estación del tren de alta velocidad de Tarragona, para hablar de la percepción y la realidad. Viene a ser una alegoría del mito de la caverna de Platón. Nuestro mundo es como esa imagen fantasmal del edificio, como un reflejo de una realidad a la que no podemos acceder directamente.

No es absurdo decir que los seres más apegados a la realidad son las plantas. Un árbol, por ejemplo, carece de órganos para procesar la información a un nivel superior del que le ha sido dada. Interactúa con el medio de forma parecida como nuestro estómago interactúa con el alimento.

Ya los primeros seres móviles necesitaron un centro neurálgico para ello, subiendo en los niveles de complejidad, cada vez los seres consiguen un marco de interacción más libre.

La aprehensión de la realidad exterior ha sido un largo camino de nuestros órganos y nuestros sistemas de procesamiento. Nuestro sentir y pensar se ha amoldado a sacar el mejor y máximo sentido de ese mundo externo. No nos han de sorprender pues, nuestros sesgos de razonamiento (que posiblemente no sean más que heurísticos sucios y rápidos, que otra cosa) y lo fácilmente que caemos en las ilusiones.

Nuestros sentidos han emergido del medio, asumiendo algún tipo de orden. ¿No hay realidad externa entonces? Podríamos decir. Bueno... podemos presumir que en ese medio, existirá algún tipo de orden, de estabilidad, que posibilitó el seguimiento de esos órganos físicos y mentales, con los que posteriormente, ordenamos a un mayor nivel ese mismo medio.

En los humanos (y quizás en algunos animales), la capacidad de articular símbolos como el lenguaje común o el matemático (en humanos), nos permite crear estructuras que aplicamos en nuestras percepciones; dándoles sentido. El mundo tiene ciertas repeticiones, pero es nuestra mente la que establece el orden.

Piaget estableció una solución media, con la asimilación y la acomodación a como el medio y el organismo se conformaban. Como de la acción surgía el conocimiento. Un dibujo no está ni en el lápiz ni en el papel, surge justo, de la interacción de ambos.

Tal vez como diría Ortega y Gaset (1), deberíamos intentar hablar menos e intentar adivinarnos más. Otra expresión conocida, es la de Wittgenstein, que decía que “si un león hablara, no le entenderíamos” (2). En ocasiones me parece que la comunicación no existe tal como la creemos. Pondré un ejemplo de lo que quiero decir. Tenemos dos ordenadores con un sistema operativo, Windows por ejemplo. Y cuando entre ellos se pasan el pulso “01010”, su sistema esta programado para abrir el “bloc de notas” y escribir “Hola”. Esos dos ordenadores, se entienden, podemos decir. Ahora bien, un buen día le pasan ese pulso a un ordenador con un sistema Linux, y otro día, le conectan un cargador USB para cargar unas pilas y también lo saludan con un “01010”. La comunicación, no está en ese significado, el significante (por utilizar términos apropiados), esta en el sistema; viene de fábrica. Es por eso que en ocasiones nos sorprendemos que las palabras digan tan poco y que dos personas se puedan entender sin decir nada. Y evidentemente, si un león nos hablar, no le entenderíamos más allá de las perogrulladas que quisiera decir para iniciar la interacción, por muy bien que construyera las frases.

Notas.

(2) Hofstadler, Douglas R. (2005). Gödel, Escher, Bach. Un eterno y gracil bucle. Barcelona: Tusquets. Pág. 757.

(1)Ortega y Gaset. La rebelión de las masas. (no me apetece escribir la cita completa)

Y una frase de postre. De un nominado al Nobel en medicina y fisiología (pese a que no se le concedió).

 " No es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones. "

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