sábado, 18 de septiembre de 2010

Motocicletas.


Quería hablar del vehículos eficientes. Pero, como en otra ocasión, se me torcieron las luces y me vi impulsado a hablar de los colores, por causa de manipular una foto -sí, la de arriba-. Y como ya es un tema tratado, el hilo de mis divagaciones ha discurrido hacia otro lado, reencauzándose hacia el  tema original pero hilvanándose desde otra perspectiva.

Realmente ¿quién compra un coche pensando en su eficiencia y estética auténtica? De hecho, los fabricantes te obligan a adquirir vehículos que hace poco eran de alta gama (es que ya sólo se fabrica esto, es lo mínimo, -te dicen-). Supongo que son las nuevas joyas, meros símbolos de estatus socioeconómico, o una forma de encauzar los excedentes de tiempo y dinero de nuestra sociedad bienestante.

Pero, el deseo del mero objeto, en las motocicletas parece que llega a su paroxismo. No creo que mucha gente las adquiera como máquinas, si no como objetos. Nada de malo hay en ello, por supuesto. Yo mismo, tengo alguna máquina como simple objeto, - concretamente una calculadora mecánica averiada, Triumphator, que compré por Ebay. Aparatosa, pesada e inútil pero bonita-.  E incluso a otra máquina, la aprecio en ambos sentidos, por un lado es una elegante y sencilla –la elegancia tiene que ver con la sencillez, de lo contrario estamos ante lo sofisticado- perforadora de aluminio Rapid, modelo HDC 65. Y por otro ¡perfora hasta 80 folios a la vez, o una revista entera¡ ¡Los paquetes de folios tiemblan cuando la ven! La encontraran en Abacus.

En fin, a lo que iba... en una ocasión, me vi en la tesitura de comprar una motocicleta. Y... está es la historia.

Como quería apurar el coche lo máximo posible –hasta el colapso- y ante la expectativa de quedarme a pie una temporada, creí que disponer de una cápsula auxiliar podría ser una buena idea. Miré y miré, y encontré lo que buscaba, una 125cc, de marca japonesa, a un precio muy ajustado, sobria, funcional, fiable... una Kawasaki YBR 125 y... una Honda CG 125.

¡Oh! ¡destino cruel! Casi iguales. Miré características técnicas, durante semanas, quizás meses... hasta que... llegó la feria de automóvil, maquinaria agrícola e industrial de Reus.  Ahí conseguiría un descuento y podría verme las caras con los dos clones de Honda y Kawasaki.

Los dos estantes estaban muy cerca. El vendedor de Kawasaki me asaltó de inmediato, hablándome de velocidades y potencia... a lo que le dije... -sólo es una 125... si corre será cuesta abajo. Yo quiero una moto... simplemente-. No se lo dije así exactamente, pero más o menos, me miró extraño y me dejó pulular a mi aire.

El de Honda, en cambio, era un hombre de más edad, pasada la cincuentena. Supongo que intuyó lo que quería, y me dijo lo ha debido repetir miles de veces en anteriores ventas de maquinaría agrícola. Me sentenció: “si la tractes bé, no te l’acabaràs”, o sea, si le das buen trato, te durará... siempre (pensé... pero, oiga... siempre es mucho... bueno, mi abuelo, tubo que dejar de conducir y no se acabó el SEAT 127, así que es posible).

Como recelo de los vendedores, y la feria estaba en su primer día, le dije que me lo pensaría.  Varios días visité la feria, e intentando disimular lo que podía, miraba una, miraba otra. Muy parecidas, demasiado. ¿Qué culpa tengo yo que las dos empresas quieran exactamente ocupar el mismo nicho de mercado?
Pero, ya notaba que la Honda, había calado en mi sistema límbico. ¿Por qué? Tengo un listado de razones de peso. Pero, fue un proceso largo.

La Kawasaki, tiene un diseño un poco más moderno, el depósito y manillar ligeramente más altos y es un poco más corta. La Honda tiene un diseño más retro, es más redondeada.

La Kawasaki tiene inyección electrónica y llantas de aleación, la Honda Carburador y llantas de radios.

En características técnicas, eran indistinguibles.

Si quieres una moto para llevar a los 30, a los 40 y quien sabe si a os 50... mejor una con el aspecto más clásico posible, y con los mecanismos más sencillos. La Honda ya brillaba con luz propia... pero... la Kawasaki tenía algo, que la Honda no tenía.

¡Pedal de arranque! La Honda no podía arrancarse “a patada”. Eso, y precisamente eso, fue, lo que me hizo dudar... ¿y cuando no funcione la batería...?

Desde el principio había elegido la Honda, de algún modo, cierto,  pero... el pedal... ¡¿Cómo puede ser que no se lo pusieran?!

Me imaginé la escena, el ingeniero japonés, con su tantô al cinto (cuchillo para el haraquiri), frente al jefe de producción.

-¿Por qué no tiene pedal de arranque la moto?
-Por que esta honorable motocicleta, se pone en funcionamiento con un arranque eléctrico.
-Pero, ¿y si falla el arranque eléctrico?
-Esta honorable moto no falla, no necesita otro arranque.
-Los demonios occidentales no lo entenderán. Has de ponerle un arranque alternativo.
-Señor, (dijo mirando fijamente al jefe de producción y empuñando su tantô) su insinuación me cubre de vergüenza. Si insiste no tendré otro camino que protestar a la manera tradicional (momento en que entraba el padrino con la catana ya en alto).
-Bueno, bueno, no era eso. ¡Tienes razón! ¡¡Nuestra Honda CG 125, no necesita un arranque alternativo, es una autentica moto japonesa!! (aunque la fabriquen en Brasil).
- ¡Vavos a beber sake! ¡Que también es muy japonés! (dijeron a duo).

Ante tal escena, salí de dudas. Me dije; ¡No se lo ponen por que tienen una fe ciega en su producto! ¡claro!

Unas semanas después, tenía una bonita Honda, 125 CG, de reluciente, metálico y redondeado depósito rojo. Que, de hecho, ha terminado usando principalmente mi hermano. Pero eso es otra historia.

Y bueno... alguna vez he tenido que empujarla, por mi falta de pericia con el estrangulador o starter –recordemos que es de carburador, no de inyección-  o por ser descuidado con la batería.  De todas formas, al poco tiempo, me cambié el coche... (y esa vez, utilicé un criterio ajeno para la elección). Y el plan automovilístico “B” dejó de tener sentido.

2 comentarios:

Amaya dijo...

XD XD XD

No sé si me he reído más con el relato japonés o imaginándote escondido tras alguna carpa espiando de reojo las motos :)

Amaya dijo...

¡Tan surrealista como que des tú las gracias!
He encontrado un proverbio ideal para la ocasión: "uno puede devolver un préstamo de oro, pero está en deuda de por vida con aquellos que son amables."