viernes, 23 de noviembre de 2007

Lamento


Yo tenía un dios -uno de tantos-, pero un día lo olvide, como quien se olvida de vivir, y él me abandonó.

Este olvido fue fruto de otras pérdidas, nació en el momento en que se pierden las ilusiones de la primera juventud, cuando parece que el único fruto del trabajo es (en esencia) el mero comer y beber.

Y entonces, empiezas a desear menos, tan sólo vivir una vida sencillísima, que de tan sencilla apenas merezca el nombre de vida, y dejar ya de engañarse presa de este escaparate de luces enloquecidas.

A veces recuerdo a ese dios que olvidé, que no es nadie ni nada, quizás tan sólo el vacío que sostiene al que camina sin esperanzas. Me pregunto, por qué camina uno, en vez pararse aquí mismo. Esa esperanza absurda, tal vez sea el Dios de muchos.

...

Me pregunto, si el dios que yo olvide y que me abandonó, si él me recuerda cuando me abandono.

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