martes, 16 de octubre de 2007

Cuento accidental A-01 (V.03)

“Por la simpatía de un ser vivo haría las paces con todo;
un amigo, una compañera que se parezca a mí y no me odie como tú”


“Hay dentro de mí un amor y una rabia muy intensos,
si no puedo satisfacer el uno daré rienda suelta a la otra”

Mary Shelley

Ella alzó la cabeza, y el camarero – el hijo de un comerciante desterrado por extender cheques sin fondos a obreros sencillos-: la miraba.

Ahí arrancó una amistad que fue un compartir fracasos e ilusiones vanas, un amor triste que nació apuñalado.

Ella necesitaba en donde descansar y él quería un lugar en donde limpiar sus botas. Las palabras de cariño lo hicieron encajar todo. Y tal y como él sabía, cumplido el tiempo, ese amor bombeó en falso, y se paró.

Con sus botas nuevas, mantuvo esa buena amistad. Y ella, otra vez sin descanso, continuo suspirando por él.

Pasó el tiempo y como es costumbre entre los nacidos de mujer, en su día y a su hora, ella murió.

-Me gustaría volver a vivir -dijo la mujer-

El oscuro universo, que la contemplaba con fría indiferencia, con el hastío del relojero que conoce hasta el más pequeño diente de las ínfima rueda del mecanismo, le respondió:

-¿Quieres volver a vivir?

-¡Sí! Quiero volver a vivir.

-¿Para qué quieres volver a vivir?

-Para volver a querer a los míos, para volver a ver las estrellas, para volver a acariciar el trigo cuando esta verde... ( lágrimas asomaron a sus ojos, y dejo de hablar).

La indiferencia del dios cambió. Su voz se hizo dulce, como una música. La mujer ya no sabía si escuchaba palabras o el susurro del agua y el viento.

Y la naturaleza le dijo...(casi dubitativa y muy dulcemente),

-Pero... si todo eso, lo has hecho ya...

-Si, pero... es que... (la mujer con un nudo en la garganta alzo la mirada, pero no encontró ningún rostro).

-¡Tranquila! dijo el viento, el agua, la tierra y las estrellas.

(y mientras estas palabras se pronunciaban, paso un tiempo, que nadie sabrá si fue un instante o la vida de diez universos)

Y la voz continuó.

-Esto no tiene principio ni fin. Y aunque ahora sientas esa emoción humana, te diré que en más de una ocasión (muchas) has estado tu en mi lugar y yo en el tuyo.

Y aquella mujer cerro los ojos sin ningún temor. Como quien se deja abrazar por un ser querido...

Y volvió a despertar.

Otros hombres y mujeres pasaron después... Uno cualquiera, al verse de repente frente a Hades. Grito:

-¡Oh Señor! ¡Permíteme volver! –Dijo-

Y el cosmos taciturno le respondió:

-¿Quieres volver a vivir?

-¡Sí! Por favor! ¡Quiero otra oportunidad!

-¿Para qué quieres volver a vivir?

-Pues... Porqué quiero vivir en la naturaleza, quiero educar a unos hijos, quiero querer a un gran amor, descubrir cosas, ver lo que nadie a visto, mirar las estrellas, bucear, bailar nuevos bailes, conocer a mucha gente...

-¿Y desde cuando quieres eso?

-¡¡Siempre lo he querido!!

-¿En tu vida, en la ya perdida... también lo querías?

-¡Sí! pero era una mala vida... ¡No tuve oportunidad! ¡Mis parejas no me querían! ¡Todo estaba descubierto!¡Mi familia no me entendía! ¡El cielo tenía nubes!

A continuación el dios olvidado e indiferente, le muestra, no 10 ni 100, sino miles de escenas en las que tubo oportunidad de hacer todo eso... y muchas más cosas que él ni siquiera pensó... y como él, él que pedía, él que temblaba bajo las estrellas porque la vida se le terminaba, porque el universo se lo tragaba... había dejado pasar todas las cosas. Y como al voluntariamente despreciar las preciosas perlas de la felicidad que se le confiaron, a cambio de miserable bisutería; hizo nacer tanto mal.

Y el Todo le volvió a hacer una última pregunta.

-¡Tú! ¿Tú quieres volver a vivir?

El hombre respondió casi de forma refleja:

-¡He sido buena persona! ¡Siempre intentaba estar alegre! ¡Ayudaba a mis amigos! ¡Aun me quedan cosas por vivir! –exclamó-

Y mientras las palabras aun estaban en su boca, la indiferencia del dios cambió.

La ira del dios empezó a surgir desde el fondo de un caldero; su corazón se había convertido en una esfera incandescente, y la cólera que se desprendía de ella subía... Subía atravesando un océano de plomo fundido, a explotar en forma de burbujas en su voz.

Esa voz, antes calmada y monótona, adquirió un tono metálico. Ya no era una voz sino un sonido sobrecogedor, como borbotones de miles de voces en ahogo.

Y por primera vez el dios y el hombre se miraron.

El hombre temblaba, turbado. Pero no por miedo al dios, sino porque había algo en su interior que le impedía mantenerse sereno.

-¡Hombre! Yo soy la Ley del Universo. ¡Sabias y no hiciste! ¡Sabias e hiciste! ¡Aun no quieres comprender!

Y el universo continuó otra vez con su voz monótona e indiferente:

-¡Tú!, tú no volverás. Es más, siquiera has existido nunca.

El hombre iba a abrir la boca otra vez para suplicar otra vida o para excusarse... o para Dios sabe qué. Pero, justo cuando sus labios se despegaron, la fuerza de un cosmos entero, la energía de todos los soles... en una fracción temporal tan infinita como la fuerza que se descargaba. Lo miró. Sin odio y sin amor. Sin sentimientos humanos. Como una formidable maquinaria de relojería. No hubo más explicaciones. Ya no se vio a ningún dios, no se le contestó ninguna pregunta. Simplemente: ¡Desapareció!

En ese instante, en la tierra, a algunas personas, les pareció recordar que alguien les sirvió un licor. Pero sólo fue una sensación.

2007. T. Espinosa

1 comentario:

Toni dijo...

Moltes gràcies Esther, si t'ha emocionat el text deu ser perque ets sensible i inquieta.