domingo, 23 de septiembre de 2007

Colosos estúpidos


Cuenta mi padre, que cuenta el suyo, que en el pueblo hubo un forastero, un soltero de unos 40 o 50 años. Uno de tantos que fueron a trabajar a las minas de El Centenillo (Jaén). El nombre del cual se ha perdido, aunque aún queda una pequeña memoria de sus excesos.

Cuentan que mascaba la grava del camino y fanfarroneaba diciendo que no eran más que garbanzos tostados y que en las mesas del casino (la cantina del pueblo), era capaz de arrancar pedazos del mármol con la mandíbula.

Cuenta mi abuelo que un día se apostó que era capaz de beberse una botella de aguardiente y comerse una docena de guindillas del tirón. Alguien se ofreció a pagarlo si lo cumplía. Y por supuesto que lo cumplió.

Al siguiente día no acudió a la mina. Algunos hombres, quizás los más allegados, se acercaron al "chozo" en donde vivía para interesarse por él. Y allí lo encontraron; muerto.

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