sábado, 15 de julio de 2023

Tripas al sol

 Varias cajas con carpetas y libretas polvorientas.
Documentos de mi carrera.
Informes del abuelo militar.
Cuatro o cinco libretas.

Esta mañana he estado unos minutos ojeando diversos papeles en una parada del mercadillo. Materiales que pertenecían a una farmacéutica presuntamente difunta, cuyos documentos más íntimos y preciosos han terminado en las manos de un trapero que los exhibe impúdicamente a ojos de los extraños.

Documentos de la casa de Barcelona.
Fotografías de un banquete.
Fotografía de una puerta forzada.
Títulos académicos.
Apuntes escolares.

Lo cierto es que han pasado tan solo unas horas y ya no recuerdo ni el nombre de la señora. El grueso de material era de principios de los años ochenta. Puedo imaginarme la historia. La señora se muere, los herederos vacían el piso y toda su mierda se va a la basura.

La catalogación, las etiquetas pegadas con celo, generan una sensación de que todo aquello fue importante para ella. Sin duda un tesoro personal, puesto que atesorado estaba.

Por un momento pensé en comprarlo y utilizarlo de inspiración. Pero ya había estado demasiado tiempo mirándolos. El trapero se acercaba. Ni le pregunté. Quizás pagaría 5€ por 4 kg de papeles, pero seguro que me pide 20€. He mirado demasiado. Tampoco tengo tiempo.

Libretas con recetas, numeradas.
Arroz o no sé qué "a la doctora".

Podría publicar un libro de recetas con este material. Seguro que varios. Intrascendencia. Libretas de recetas de una vieja farmacéutica tiradas bajo el sol. Tengo cosas mejores a las que dedicarme, me dije.

El mercadillo se desparrama por un paseo, con calles a cada lado. Tras las calles, líneas de edificios. Desde una de las aceras, frente a los edificios, a unos 20 metros de distancia, me observaba una figura. Un hombre alto y delgado. Cara huesuda y tal expresión de indiferencia que parecía amenazadora. Nuestras miradas se cruzaron unos segundos. Continuó caminando para sentarse en un banco junto a un anciano, a quien le dijo algo al oído.

Era la muerte me mira de lejos, no pasará demasiado hasta que me tenga más confianza.

Señora farmacéutica, ahí se quedan sus intrascendencias, sus tesoros personales, que el trapero expondrá a los transeúntes un par de veces más y después tirará a un contenedor.

No hay comentarios: