domingo, 11 de diciembre de 2011

Guerra y paz.



Después de escuchar mal la letra de una canción en Radio3, confundiendo la palabra alma por arma, pensé en una escena de ciencia ficción, en que unos seres primitivos quedaban fascinados por las armas de unos conquistadores galácticos, cayendo en una suerte de adoración. Tal como, quizás, el acero o la pólvora fueron tomados como objetos divinos por algunos pueblos antiguos, sucumbiendo más por la admiración que por la fuerza.

Y continué pensando que tal vez, lo mismo se da en los primates. Los colmillos, las demostraciones, en fin; las representaciones agresivas ordenadas, predecibles, como danzas de kabuki son admiradas, conquistan el orden para la comunidad.

La agresión tal vez no tenga el significado que creemos. Nada es por nada. Lo que nosotros vemos como agresión en algunos monos no ha de ser mera maldad, algo a erradicar. Las estructuras existen en la tensión. Las fuerzas centrífugas y centrípetas se equilibran. Incluso nuestra agresión es mala en al obedecer a un objetivo avieso, no las acciones en sí. Los otros, el mundo exterior y nosotros mismos. Témenos y amamos. Acariciamos y pellizcamos. Estiramos y apretamos. Todo está bien cuando no nos damos cuenta.

Y se me ocurrieron tres frases que, tal vez, poéticamente se pueden aplicar a fantásticos pueblos primitivos, a mangabeys grises o a nosotros mismos.

  • Nos conquista la armónica belleza de las armas.
  • Amamos lo que anula paradójicamente nuestro temor.
  • Dolemos para existir en los otros.


Y no viene a cuento, pero:

Un blog curioso. Con el contenido que él mismo dice:
“películas bizarras, los tebeos cochambrosos [...] cromos viejos, folletin[es] de alimañas, los papeles con piojos y los monstruos de barraca”.

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