domingo, 31 de julio de 2011

Ordenar, justificar y ordenar.

Imagen solo enlazada.

La luz irrumpe en la iglesia, se han abierto las puertas. La gente trae al viejo zapatero, que se ha tragado las tachuelas.

El fraile, resacoso del vino de la noche, les dice que esperen fuera, que hablara con el viejo zapatero.

Que se equivoco, le dice, que ha sido un error, que no lo volverá a hacer. Que ya es viejo, que en un momento de angustia, no sabe bien que lo impulso. Que quedarse quiere. Que se confiesa si hace falta.

El fraile, le pone la mano en el hombro y lo acompaña a la puerta. A las gentes les dice, que el zapatero es buen cristiano, pero que él, pobre fraile, no tiene el poder de quitar pecados, que al convento ha de ir.

Y las gentes allí lo llevan, con su hijo y su nuera.

Los recibe la Madre Superiora, demasiado joven, altivamente amable. El zapatero le dice que se hace mayor, que ha tenido un descuido, que lo lamenta, que pregunte por el en el pueblo: que es buen cristiano.

Y su nuera dice que no, que se gasta el oro en la taberna, que compromete el pan de sus hijos, que demasiado serio es con su marido y que de la zapatería se ha de ir. Que se quede en el convento.

El viejo zapatero suspira triste, el hijo compungido, le dice a la Superiora, que los dos trabajan con los zapatos, que comparten los beneficios y que su esposa quiere a su padre fuera del taller. Que empujado, ayer se lo dijo, que se fuera de allí, y que hoy se trago los clavos.

Y la nuera, enfadada, clama que el viejo zapatero se tiene que ir. Que a solas con su marido e hijos en el taller quiere quedar. Que el zapatero se quede en el convento, en el monasterio o en la ermita de Agramonte. 

Y la Superiora les dice que es el demonio que tentó al zapatero y por eso se tragó las tachuelas. Y el zapatero, rápido, dice que sí, que lo que le pasa es que el diablo le tienta, como a todos, y que se quiere confesar y arrepentirse y comulgar y lo que haga falta. Y no pide quedarse en el taller, por prudencia, pero se le notan los ojos de esperanza.

Y la nuera frunce el ceño, y su hijo sonríe al escuchar como su anciano padre bien sabe entender como se ordena el mundo en la cabeza de la joven Superiora. 

Y la religiosa, acepta la confesión. Y les dice que media ostia espanta al demonio de los sueños, que una entera lo espanta de la mañana y que con una y media lo protegerá toda la jornada de malos pensamientos. Que si se quiere quedar en el convento, que haga una petición a un santo a ver si le encuentra sitio, que la fe todo lo puede. Pero ahora no.

Y la nuera frunce el ceño.

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