Consideramos nuestra vida como una continuidad. La mente bien se cuida de disfrazar nuestra temporalidad y de omitir nuestras inconsistencias como unidad.
Pero, de vez en cuando, algún evento nos hace tomar consciencia de que nuestro estado (existencial) es sustancialmente diferente del de otros tiempos (pasados o futuros).
Y enfrentados a un indescriptible y fugaz horror... viene nuestra cordura en auxilio y clasificamos nuestra vida en etapas.
Pero, de vez en cuando, algún evento nos hace tomar consciencia de que nuestro estado (existencial) es sustancialmente diferente del de otros tiempos (pasados o futuros).
Y enfrentados a un indescriptible y fugaz horror... viene nuestra cordura en auxilio y clasificamos nuestra vida en etapas.
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