miércoles, 11 de julio de 2007

El pasado es el futuro.


La evolución cultural se ha implementado como un razonamiento artificial en nuestras mentes. Nos ha enseñado a “resistir” al pensamiento mágico; no haciendo atribuciones generales a todos los objetos (no le atribuimos sentimientos a las plantas, ni a las abejas), no asociando causalidad a dos sucesos que se superponen en el tiempo (que el brujo de la tribu nos amenace justo antes de un eclipse solar, y efectivamente el Sol se “apague”, no quiere decir que nuestro mezquino y charlatán brujo domine al Sol).

Pese a esto, continuamos teniendo mentes de la edad de piedra, aunque entrenadas en, y para, nuestra tecnificada civilización.

Bien, como se entrevé en el titulo del artículo, no es creíble que la cultura, entendida como grupo de costumbres, halla sido entregada por los dioses a la humanidad. Siguiendo el argumento de R.Dawkins, la cultura ha tenido que estar sometida a presión selectiva. (Eso explicaría que los pueblos mediterráneos tienen un carácter más afable que los pueblos norteños -Las costumbres ariscas, agresivas o insolidarias son contraproducentes en una zona de comercio y paso de viajeros-).

Por otro lado, el tener la cabeza tan gorda, nos hace nacer algo inmaduros. Durante los primeros años de vida el cerebro crece y madura a una velocidad muy superior a la del resto de órganos. Propiciando un periodo de inmadurez inusitadamente largo, en el cual aprendemos multitud de habilidades complejas (tanto ahora como en el cuaternario).

Y claro, si la selección natural ha premiado un encéfalo tan costoso y voluminoso, no ha debido ser para utilizarlo de radiador. Nuestro mundo actual, que nos demanda una intensa preparación juvenil, explota muy bien el largo periodo de aprendizaje. Se enseña a los niños a asociar signos gráficos a fonemas y estos a ideas. Difícilmente quien se alfabetice de adulto llegara a manejarse en la lectoescritura con soltura.

Pero, bajemos de nuestra nube ombliguera, por que igual que con la lectoescritura, les sucede a los artistas circenses como los malabares y piruetas complejas. Estas han de aprenderse desde la más tierna infancia (lo vi en un reportaje del circo “Railuy”). Y supongo que lo mismo sucedía con los cortadores expertos de hojas de silex.

Que en nuestra época la habilidad más importante sea la del manejo de símbolos (como estoy haciendo yo ahora al producirlos y usted al interpretarlos), no tiene mucha más importancia, que saber acertarle a un ave a 20 metros del suelo ,entre el follaje selvático, con una cerbatana, para un indígena amazónico (y seguramente quien lo aprenda de adulto, no llegara a manejarse en la apunta-y-sopla-cervatánica con soltura). Así, todos los monos con aproximadamente un quilo y medio de cerebro, aprenden a desarrollar habilidades complejas (como ir en bici o trepar a un cocotero) en su periodo infanto-juvenil.

S. Pinker, catedrático de psicología del M.I.T, afirma, que los seres humanos, no es que no tengamos instintos y toda nuestra conducta se base en el aprendizaje (como les gustaría a los científicos sociales y a los Beatles), sino todo lo contrario; somos los animales que contamos con más instintos.

Nos encanta creer que nos conducimos en la vida en base a sesudas decisiones. Pero, al pararnos a pensar, de forma un poco retirada, sobre nuestras propias acciones, tal vez la impresión de nuestra racionalidad pierda consistencia. Deténgase a meditar... ¿Realmente, cuantas decisiones son tomadas después de una argumentación lógica? De hecho, cuantas veces se para usted al día a valorar diferentes posibilidades de comportamiento o acción. ¿No están la mayoría de nuestras decisiones tomadas por la inercia del grupo, la apetencia o el efecto emocional que nos producen? Tal vez seamos seres más sensibles que razonables. Piense en esto:

¿Por qué las personas se “sienten” ofendidas: por causas racionales o emocionales? ¿Qué llena nuestras vidas: los motivos racionales o los emocionales?

La gran mayoría de acciones que requieren una solución analítica son copiadas de otras situaciones similares. En fin, nos repetimos y sentimos más que otra cosa. Tenemos más bien poco del ordenador aquel, HAL 9000, que se dedicaba a liquidar astronautas en nombre de la eficacia. ¿He dicho ya que nos repetimos?