martes, 21 de noviembre de 2006

Cogito, ergo sum


"Pienso, luego existo", que decía Descartes. La conocida frase contiene una lógica implacable. Sólo podemos estar seguros, en última instancia, de eso, de nuestra propia conciencia. El otro día charlando con una amiga, surgió el tema del egoísmo humano. Tema espinoso donde los haya. Pero encontramos una solución que nos resulto satisfactoria: no somos egoístas por naturaleza. Lo que sucede es que no consideramos a las otras vidas psíquicas sinó en función en que afectan a la nuestra.

Sería como el caso de un detector de metales que no detecta ciertas aleaciones u otros materiales. El detector se verá afectado por los metales en la medida que le afecten (sí, un circulo perfecto –como que el azúcar es dulce porque sabe a azúcar-).

De algún modo estamos encerrados en nuestra conciencia, dentro de nuestro propio cráneo. Las conciencias que detectemos serán las que consigan entrar dentro. Desde un punto de vista cognitivo, viendo las personalidades y las mentes como cúmulos de información con sus relaciones, podemos decir que otras vidas psíquicas nos poseen (vease la teoría de los Memes, de R. Dawkins).

A lo que íbamos, si pienso luego existo. Así, el otro existe, en medida en que lo pienso. No me refiero a pensar en él, sinó pensarlo a él. Pondré un ejemplo: usted va por la calle y alguien se cae de narices. Al levantarse, aparece con un diente roto y expresión de dolor. ¿Usted que hace instintivamente? Sí, se lleva la mano a la boca y hace el mismo gesto que él. (Ahora está de moda lo de las neuronas espejo, que explicarían esta reacción). A eso es a lo que me refiero con pensar a alguien. Algo parecido a la empatía pero más empático, valga la redundancia.

Así. ¿Somos egoístas o no? En que quedamos. No hace falta dar tantas vueltas para al final decir un simple si o no. ¿Verdad? Que ganas de hacerles perder el tiempo que tengo.

Pues miren, desde este argumento, si pasamos de alguien es porqué su existencia no nos afecta, y si le hacemos caso es porqué es parte de nosotros. Así, el concepto de egoísmo deja de tener sentido. Sólo sería el ser o no ser. Bueno, que al final vamos a dejar que Shakespeare se pelee con Descartes. "Cogito, ergo sum" VS "To be or not to be".